Hola queridas amigas, quiero compartir con ustedes una analogía que estuve haciendo en medio de una meditación.
Quiero que imaginen esta situación, seguro no será difícil pues alguna vez has visto una carrera de atletismo, todos los jugadores en la pista de salida están preparado con furia y ansiosas ganas de llegar de primero a la meta, las barras a su alrededor, eufóricas, cada una brindan apoyo a su favorito, ya imaginaste? ahora imagina lo que siente el gran y destacado ganador de la carrera, una carrera que empezó cuando decidió participar, cada día que entrenaba y la meta apenas fue la recompensa de muchos años de esfuerzo y dedicación.
Ahora yo voy a cambiar un poco la escena, ese jugador valiente eres tú, no tienes nadie compitiendo a tu lado, estas solo en la pista, pero como? si así es, para el publico en las gradas no eres el favorito aunque seas el único, muy por el contrario están allí para atacarte, todos están esperando tu derrota para eso, ahora que ha iniciado la carrera, todos gritas: ¡Desiste! ¡No podrás! ¡Fracasado! ¡Lo estas haciendo mal! es difícil correr con tantas voces a tu alrededor gritando cosas negativas. Pero te has dado cuenta que en frente, allá en la meta, hay más que una cinta de llegada, si hay algo más, mejor dicho hay alguien más, te espera una persona con un trofeo en su mano, esa persona te motiva, es difícil escuchar su voz en medio de los alaridos en las gradas, pero si pones tu fuerza y te concentras escuchas con claridad te dice así: ¡Hijo mio, continua tú sí puedes! ¡Vamos eres el mejor! ¡Vale la pena, no desistas! esa voz tan dulce te motiva, te llena de fuerzas y la carrera continua, sigues firme, aunque por ratos te cansas, nuevamente retomas fuerzas y sigues, y sigues, cuando por fin logras llegar a la meta ¡Ah, que momento! que felicidad tan grande, miras atrás y ves las miles de millas que corriste, miras que no fue fácil, pero piensas así: ¡Lo volvería hacer realmente vale la pena!.
Sabes que ese corredor fuerte eres tú y sabes bien que en las gradas esta el diablo el no puede tocarte pero te ataca con gritos de derrotas que cuando das oídos a ellos te debilitas, dejas de correr al mismo ritmo, te pesan las piernas y crees que es el final, sin embargo cuando volteas tus oídos a la voz de Dios que esta en la linea de meta, te renuevas, te fortaleces y sigues, sigues firme; entonces, solo entonces, logras vencer la carrera por tú salvación.
Puedes creer en esto? Juan 11: 26